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Peñarol

Tren en Estación Peñarol. Sin datos. (Foto 13041 FMH.CMDF.IMM.UY)
El origen de su nombre, procede de la deformación fonética y gráfica del lugar de procedencia de uno de sus primeros pobladores; Juan Bautista Crossa,- inmigrante italiano oriundo del pueblo Pignerolo-.

En 1765 arribaba a la zona de extramuros de la ciudad de Montevideo Juan Bautista Crossa, oriundo del pueblo piamontés de Pignerolo. Rápidamente, la pulpería instalada por Crossa en las inmediaciones de las actuales calles "Paso de la Cruz" y "Coronel Raíz" se transformó en centro de abastecimiento y punto de reunión de los habitantes de la zona. Con el paso del tiempo, "lo de Pignerolo" se transformó en "Peñarol", nombre que identificaría a esta zona en la que, hasta fines del siglo XIX, predominaron las quintas y los viñedos.

En 1878, la compañía inglesa Central Uruguay Railway adquirió las instalaciones del ferrocarril. A fines de los años 80' del siglo XIX, la empresa extranjera compró nuevos predios para trasladar sus principales talleres de Bella Vista a Peñarol.

A principios de la década de 1890, comenzó a construirse en este lugar la casa central de los talleres ferroviarios, en una superficie de aproximadamente 17 hectáreas, limitada por las actuales calles Avda. Sayago, Cno. Casavalle y Cno. Edison. Paralelamente, la empresa edificó dos grupos de viviendas para el personal. El primero, ubicado frente a los talleres, fue destinado a las familias obreras. Estos hogares conformaron su rutina al ritmo de los silbatos de entrada y salida de los diferentes turnos de la empresa.

Los empleados de mayor jerarquía ocuparon el segundo grupo de viviendas. Ubicadas entre la Vía y Avenida Sayago, estas casas gozaban de frentes con jardín y de superficies que oscilaban entre 260 y 340 m2. En esta misma década, la Compañía también se preocupó por edificar viviendas para el personal superior y oficinas de trabajo para los gerentes El paisaje urbano de Villa Peñarol adquirió rápidamente una apariencia similar a la de los barrios obreros ingleses de la segunda revolución industrial.

Paralelamente a las casas de los obreros, la patronal inglesa construyó un edificio para el Centro Artesano, en donde se desarrolló la mayor parte de la actividad social y cultural de los trabajadores del ferrocarril.. En ese mismo lugar, el 28 de setiembre de 1891 se fundó el Central Uruguay Railway Cricket Club que contaba con un equipo de fútbol al cual sus seguidores, desde un comienzo, llamaron "Peñarol".

En 1949, cuando la empresa terminó de pasar a manos del Estado uruguayo, la influencia inglesa marcaba fuertemente tanto la arquitectura como las costumbres del barrio, cuya cotidianeidad, para ese entonces, transcurría en torno a las frecuencias del ferrocarril.
Gracias a la proliferación de establecimientos industriales y a la instalación de unidades habitacionales en forma de cooperativa, durante la segunda mitad del siglo XX, la zona se mantuvo poblada y, aunque con nuevos perfiles, continuó siendo hasta la actualidad escenario de proyectos y emprendimientos.

Fuente http://bit.ly/lO764e

 

Barrio Peñarol Patrimonio industrial ferroviario

Para un país que tiene una imagen fantasmal de los trenes, este libro sorprende con un relato riguroso y ameno sobre la historia del barrio Peñarol, la usina ferroviaria uruguaya. Fuentes documentales, académicas, vestigios arqueológicos, archivos, imágenes y los vivos recuerdos de vecinos que aún hoy habitan la barriada registran el singular itinerario que ha recorrido Peñarol desde sus inicios hasta nuestros días.

Con denominación de origen piamontés y pasado consular británico, este emblemático barrio montevideano configura un escenario de privilegio donde observar algunos de los acontecimientos que jalonaron la historia del Uruguay y del mundo.
Nacido a la luz de la voluntad de un campesino italiano que vino a hacerse la América y puso una pulpería, prosperó al influjo de la inversión extranjera de un Imperio Británico que ávido por movilizar capitales instaló una fábrica de ferrocarriles. En poco tiempo aquel paraje bucólico se convirtió en el gran enclave uruguayo de la revolución industrial.

Con sus máquinas a vapor, estructuras de hierro y un populoso barrio obrero de afianzada cultura fabril, Peñarol supo ser la imagen misma de los tiempos modernos que avanzaban sobre un mundo criollo en retirada: de su estación partieron las tropas de Batlle que, despachadas en vagones, derrotaron a las huestes de Saravia que hacían la guerra a lomo de caballo.
Allí, en la mayor extensión industrial del país, se fundó el primer club de fútbol en salir campeón uruguayo (el curcc) y una de las primeras salas de cine del Uruguay, las máximas expresiones recreativas de la modernidad. No por casualidad este barrio atesora, en apenas siete manzanas, casi el 10% de los padrones edificados de Montevideo que son patrimonio nacional.

Pero sus vías registran también el paso de otros trenes, cargados de otras contingencias históricas. Las consecuencias del declive de Inglaterra como primera potencia luego de la Segunda Guerra Mundial y el auge de ideas nacionalistas, que estatizaron los servicios públicos como ejercicio de soberanía, impactaron en Peñarol con particular elocuencia.
El posterior y paulatino deterioro de la actividad ferroviaria hasta casi su extinción, y del imaginario que ella entraña, también se refleja en este libro que busca apoyarse en el pasado para desarrollar el necesario futuro.

Para una nación que ha olvidado su pasado industrial como si hubiera sido un sueño y que hasta sospecha de los emprendimientos actuales, este libro resulta un aporte necesario para entender nuestra historia en toda su complejidad.

Fuente  Gustavo Laborde