Casa quinta característica de la belle époque montevideana, desarrollada en las dos últimas décadas del siglo XIX. Fue mandada construir por el entonces presidente de la república como villa de veraneo, acorde a la costumbre de los sectores de mayores recursos.
El político uruguayo perteneciente al Partido Colorado, Juan Idiarte Borda (1844-1897), presidente de la República entre marzo de 1894 y agosto de 1897, fue víctima del único magnicidio registrado en la historia del Uruguay. El 25 de agosto de 1897, Idiarte Borda se disponía a asistir a la celebración de un Te Deum en la Iglesia Matriz de Montevideo. A la salida de la ceremonia, mientras desfilaba a la cabeza de una comitiva por la calle Sarandí –Ciudad Vieja–, yendo desde la Catedral a la Casa de Gobierno, desde el portal número 331 de dicha calle, un solitario atacante, Avelino Arredondo, lo asesinó de un impacto de bala frente al Club Uruguay. La bala dio en el corazón y el presidente Idiarte Borda falleció instantáneamente.
La construcción (1896) es obra del Arq. A. Massüe y del Ing. E. Vaeza Ocampo. En plena vigencia del historicismo, su lenguaje apunta al neoclasicismo francés, con los característicos techados curvos entejados. Gran parte de la decoración y de los elementos arquitectónicos utilizados en la obra fueron traídos de Francia.
Sus más de mil metros cuadrados edificados se distribuyen en las tres plantas principales, el subsuelo y las buhardillas, con una composición volumétrica que despliega miradores, terrazas y el ampuloso acceso en doble escalinata. En su interior destaca el refinamiento de los artesanos, la carpintería, el revestimiento de paredes con gobelinos y el amoblamiento.
Como programa casa quinta, responde al tipo de vivienda isla, extrovertida, implantada en un amplio predio de aproximadamente dos hectáreas y media.
El diseño del jardín se debe al paisajista francés CharlesThays. En él lucen glorietas y canteros con añosos ejemplares de abedules, araucarias, casuarinas, robles y cedros, entre otros.
En la parte posterior, desde las cocheras y la vivienda para el personal de servicio hasta
las estribaciones del arroyo Pantanoso, se extendía una quinta con naranjos.
Todo el predio se encuentra rodeado de una verja de hierro artísticamente elaborada, que remata con afán demostrativo en el gran portón enmarcado por dos pares de pilones, límite transparente del espacio público.